EL HÉROE:
Madre,
figúrate que vamos de viaje, que atravesamos un país extraño y peligroso.
Yo monto un
caballo rubio al lado de tu palanquín.
El sol se
pone; anochece. El desierto de Joradois , gris y desolado ,gris y desolado , se
extiende ante nosotros.
El miedo se
apodera de ti y piensa “ ¿Dónde estamos?”
Pero yo te
digo: ”No temas , madre “.
La tierra
está erizada de cardos y la cruza un estrecho sendero.
Todos los
rebaños han vuelto ya a los establos y en
la vasta extensión no se ve ningún ser viviente.
La oscuridad
crece, el campo y el cielo se borran y ya no podemos distinguir nuestro camino.
De pronto,
me llamas y me dices al oído:”¿Qué es aquella luz , allí, junto a la orilla?”
Se oye entonces un terrible alarido y las sombras se acercan corriendo hacia
nosotros.
Tú te acurrucas
en tu palanquín e invocas los dioses.
Los
portadores temblando de espanto, se esconden en las zarzas.
Pero yo te
grito:¡ No tengas miedo, madre, que yo estoy aquí!
Armados con
largos bastones , los cabellos al viento los bandidos se acercan
Y avisó la
madre que venían armados.